miércoles, 30 de junio de 2021

 



                    Detrás de las cosas o con las cosas mismas

        siempre hay un latido de geometría que domina.

 Es el atrayente jugo del destino.

Un sabor de arquitectura que proyecta,

que se bebe con los ojos cerrados.

 Elixir de sensaciones donde explosiona la dicha.

Y así el cuerpo se expande y cristaliza.

 

Mil pedazos transitan, construyen puertos salvajes de resurrección.

 

Quedarse en el instante cúspide del abrazo.

Allí, en lo más alto, dónde nada desciende,

con ese vértigo paraíso del que no deseas regresar.


Aprender a atrapar la embriaguez del estallido,

tatuarlo con el aliento que sale de dentro de la boca.

Soñar eternidad sin vacío, sin estanterías de archivo.

 

Despacio, despacio, no corras

gritan voces a lo lejos.

Ecos que nacen donde la sensualidad se derrama

como la lava del volcán que se alarga por sus laderas.

 

Un escalofrío arde indefinido

se columpia en la frivolidad de lo impensable,

ausente de la responsabilidad de lo perfecto...

 

La propuesta inesperada de la vida...


Manuela Maciá





miércoles, 9 de junio de 2021

EL SECRETO

El inquieto bolígrafo rodó por el suelo,

descuidado había caído de la mano que lo sostuvo,

como si ésta, de pronto, lo hubiese olvidado.

Una mano de dedos largos, huesudos, delicados,

que lo apretó impaciente por escribir la cadena

de palabras que se fueron imprimiendo en el papel.

Un papel que de ser blanco e inmaculado se

convirtió en portador de un secreto.

El secreto que había mantenido guardado la mente,

dueña de la mano que sostuvo el bolígrafo

que ahora rodaba por la escalera,

movido por la inercia.

La pereza al fin lo detuvo, y allí quedó,

en el descansillo del olvido,

quizás a la espera de un nuevo secreto por contar.


Manuela Maciá

 


 

miércoles, 2 de junio de 2021

CENIZAS


         No sé si os pasa, pero yo nunca he podido evitar que la ceniza se escape del cenicero y vuele hasta la mesa o sobre ese mueble lleno de fotografías de toda la familia. El caso es que procuro que no ocurra, pero sin éxito. Es como un destino circular del que no puedes escapar. Intenté explicárselo a mi mujer, nunca quiso comprenderlo, no tenía la menor voluntad de ponerse en mi lugar, aludía a que eran justificaciones tontas, excusas baratas de vago incurable. Tuve que dejarla marchar. Al principio lo pasé mal, añoraba sus regañinas, sus gritos, ese rosario de insultos que le salían de carrerilla... A todo se acostumbra uno, la verdad. El problema es que ahora la ceniza ha ocupado espacios, ha conseguido una notable altura y me cubre hasta el cuello. Y aquí estoy a la espera, preguntándome qué pasará cuando alcance mi boca, la nariz, y no pueda respirar. 


Manuela Maciá