miércoles, 28 de abril de 2021

 


LAS NOCHES

Están esas noches que solo la inquietud de los sueños rotos

me acompaña, algunas es el fracaso de un secreto, el espejismo

de un deseo, o una dormida esperanza que quizás nunca despierte.

Un ramillete de flores secas descansa en un jarrón, mastico

el viejo silencio del olvido, y saboreo lo amargo de un amor abandonado

en la cuneta.

          Las eternas preguntas sin respuesta machacan, como un

tambor, en medio de la noche ¿Quién soy? ¿A dónde voy?

La madrugada se aleja, amanece, y con ella mi resistencia a cerrar

ventanas, a no hay billetes para el viaje.

 Manuela Maciá


viernes, 23 de abril de 2021

 DESEAR SER OTRA, PARA NO SER YO

Ahora no caen hojas, están firmes en las ramas, es primavera. Llueven molinillos blancos y cuando sopla más fuerte la brisa, se alborotan como si despertaran de un sueño. Hoy no lloverá, tal vez mañana. El puente colgante se balancea. El río pasa y pasa sin detenerse, como la vida. La pequeña noria también gira una y otra vez.

Al otro lado del río veo a una mujer sentada en un banco. Lleva unas gafas oscuras y no puedo saber si está con los ojos cerrados o abiertos. Podría imaginar que sueña. Podría imaginar incluso que soy yo. ¿Qué me impediría vivir su vida, tomarla prestada, robársela?

Sí, tomarla prestada hasta saber si me gusta y si así fuese quizás se la quitaría para siempre. Dejar aparcada la mía y vivir la de ella. Salir de mi tiempo para entrar en el suyo. Un tiempo de ella y no mío. ¿Es igual el tiempo de los demás al nuestro? Sin duda hay matices que lo diferencian.

¿La vida de los otros es mejor que la nuestra, más deseable de ser vivida? Si miro hacia atrás muchos tramos de mi vida no los reconozco, otros preferiría no haberlos vivido para no verme en el trance de tener que recordarlos. A ella puede que le pase lo mismo aunque eso para mí carece de importancia. Yo lo que pretendo es ser ella y de esa manera dejar de ser yo. Descatalogarme. ¿De qué sirve un pasado molesto que constantemente te nubla el presente? Siendo ella mi pasado no sería el mismo. Desaparecería la inquietud, la tristeza, la pena, el dolor... Pulir hasta erradicar la niebla.

          Los minutos pasan y ella sigue ahí, mira el río, contempla la representación del viento en las hojas, en esos molinillos blancos que revolotean, escucha los pájaros, huele la hierba, el agua que humedece las orillas. Ahora acaricia su mano posada sobre la otra…

          Decido ser ella sin más demora. Me acerco despacio para no alertarla. Podría no estar dispuesta a la usurpación, defenderse, huir ante mi amenaza. Ella no se ha pronunciado, no ha dicho no quiero ser quien soy. Yo soy el invasor y si me descubre tal vez no me permita devorarla. Su estar es sereno, diría que hasta complaciente. Es como si no deseara más. Como si pertenecer a este entorno mágico la hiciera muy feliz.

La envidio. Es posible que ella esté libre de añoranzas, de deseos rotos y hasta ha traspasado el umbral que yo persigo. Si así es, ser ella me evitará seguir la búsqueda, con invadirla será suficiente.

          El crujido de una rama seca se escucha bajo mis pisadas. Debo ser cuidadosa. Si duerme mejor no despertarla, así será más fácil entrar en ella, para hacerme dueña de su ser.

¿Debería pedirle permiso? Perdona, quiero ser tú porque ya no soporto mi yo. Y si me pregunta cómo soy, ¿qué responderle? Que he descubierto que sé muy poco de mí, que me siento extraña, distante, y no me comprendo. ¿Y si le explicara que soy algo así como una caja vacía? Para luego añadir que tengo un calendario de preguntas sin respuesta que me hacen saborear el fruto del fracaso. No he sabido transcurrir por los caminos adecuados, no he sentado nunca las bases de una identidad que me defina. Mi vida es como una madeja enredada en la que no encuentro el principio ni el fin. Por eso quiero abandonar la nave.

Si se compadeciera de mí y se estregara sin resistencia. Pero, ¿por qué habría de hacerlo? No todo el mundo está dispuesto a renunciar a quien es. Solo los fracasados renuncian, los cobardes.

          A mí me acucia el hambre del alma. Veo próximo el pozo de la desidia y por eso quiero luchar, para no caer en él. Confesarle que la única solución que he encontrado hasta ahora es ocupar su yo, no me dignifica. Debería abrazarme a la humildad y reconocer todas mis carencias.

De un tiempo a esta parte mis pensamientos transitan por una misma vereda: la queja. Se multiplican esas quejas como una letanía. La realidad duele tanto que solo me apremia el deseo de abandonar mi cuerpo. Por eso quiero ser otra.

Ella levanta la cabeza. ¡Vamos, actúa rápido! Se quita las gafas, me mira, sonríe… ¡La reconozco, pero… soy yo, ya soy ella! Su voz, cuando me habla, es serena, pausada. “Aún no te has acostumbrado al cambio, todavía no eres capaz de reconocer que habitas otro destino, con nuevos Universos. Me pongo las gafas y miro al cielo. Definitivamente se está bien en este banco, contemplando esta explosión la naturaleza. Al menos hoy lo he conseguido.

Manuela Maciá


viernes, 16 de abril de 2021

ME PREGUNTO


 

Me pregunto, sentada frente al mar, mientras contemplo cómo el sol desciende, si ante tanta belleza debo hablar de soledad, o de esa sensación de abandono que se impone y me acosa y escarba en mi interior. Me acompañan algunos gorriones que se posan sobre las sillas de resina, también vuelan cercanos estorninos ¿o son pequeñas golondrinas de tórax blanco y suave? Las gaviotas graznan y dibujan horizonte.

Escucho una música lejana, y me pregunto si alguien baila. Y entonces me acuerdo que no recuerdo mi último baile. Escucho el agua, el jardinero riega el césped y me pregunto qué siente, qué desea, con quién sueña. Una gaviota se posa en la playa, juguetea con las algas. Los barcos anclados chapotean en el agua, sus mástiles se balancean, las sombrillas hawaianas se han quedado solas, nadie se cobija en ellas.

Cierro los ojos, el sol me deslumbra, veo sombras caprichosas, luces de colores. Me abraza el silencio, la paz. Dos centímetros para rozar la montaña y desaparecerá, cada vez más rojo más intenso. Me pregunto si debo preguntarme qué hago aquí, o si debo responderme… o si debería deletrear una oración de agradecimiento que borre la tristeza, una tristeza que yo genero desde dentro y que tal vez sea mentira. Me pregunto cuantas veces nos mentimos para buscar consuelo.

 Manuela Maciá

viernes, 9 de abril de 2021

 

EDITORIAL, LC EDICIONES

En situaciones como esta, lo que más deseas es decir lo que piensas

o levantarte, abrir la puerta y salir. Pero ante mi hay una puerta infranqueable

y decir lo que pienso no es lo más conveniente, pues lo único

que lograría es que regresáramos a un clima que no me siento capaz

de soportar. Me repito constantemente que mantener la cordura, recurriendo

al análisis y la reflexión, es la mejor manera de no salirse de las

coordenadas, de sostener cierto equilibrio. No obstante, en ese preciso

momento, amiga mía, no me apetece ser lógica ni coherente, ni conservar

el equilibrio y aún menos ser prudente. Esa velada insinuación de

que tal vez sigamos allí mucho tiempo altera mi ánimo, así que, guardo

el calendario y cierro el bolso dispuesta a decir muchas cosas de las que

más tarde, sin duda, me arrepentiré.



 

Mientras el sauce llora por mí yo río bajo sus ramas. Sus estrechas hojas me acarician mecidas por el viento y los rayos de sol, cálidos y juguetones, picotean mi cara de sonrisa abierta. Es un placer estar aquí, le digo al sauce, bajo tu sombra, sombra a la que he visto crecer, a la que ya amaba cuando solo era sueño. Te amo sauce porque ensanchas tu tronco y alargas tus ramas y me ofreces el regalo de tu vida. Tronco que un día entregué a la tierra para que tus raíces se alimentaran de ella. Ramas a las que mimo y desenredo con el peine de mis dedos, entre nidos de hojas frescas, tiernas, como la piel de un niño a quien abrazas con dulzura, para no herirle de los duros golpes de la vida. 

miércoles, 7 de abril de 2021




Me convertiré en canción y me cantarán, me convertiré en estrofa repetida y me seguirán cantando, enviaré un mensaje y bailaré, elegiré el ritmo del olvido, de la dicha por la dicha. La música vendrá conmigo, se unirá a mí que seré canción, ella dibujará las flores, los colores, dará luz a las esquinas y yo seré canción, la música anunciará los días y con su melodía llegaré lejos porque yo seré canción.