DESEAR SER OTRA, PARA NO SER YO
Ahora
no caen hojas, están firmes en las ramas, es primavera. Llueven molinillos
blancos y cuando sopla más fuerte la brisa, se alborotan como si despertaran de
un sueño. Hoy no lloverá, tal vez mañana. El puente colgante se balancea. El
río pasa y pasa sin detenerse, como la vida. La pequeña noria también gira una
y otra vez.
Al
otro lado del río veo a una mujer sentada en un banco. Lleva unas gafas oscuras
y no puedo saber si está con los ojos cerrados o abiertos. Podría imaginar que
sueña. Podría imaginar incluso que soy yo. ¿Qué me impediría vivir su vida,
tomarla prestada, robársela?
Sí,
tomarla prestada hasta saber si me gusta y si así fuese quizás se la quitaría
para siempre. Dejar aparcada la mía y vivir la de ella. Salir de mi tiempo para
entrar en el suyo. Un tiempo de ella y no mío. ¿Es igual el tiempo de los demás
al nuestro? Sin duda hay matices que lo diferencian.
¿La
vida de los otros es mejor que la nuestra, más deseable de ser vivida? Si miro
hacia atrás muchos tramos de mi vida no los reconozco, otros preferiría no
haberlos vivido para no verme en el trance de tener que recordarlos. A ella
puede que le pase lo mismo aunque eso para mí carece de importancia. Yo lo que
pretendo es ser ella y de esa manera dejar de ser yo. Descatalogarme. ¿De qué
sirve un pasado molesto que constantemente te nubla el presente? Siendo ella mi
pasado no sería el mismo. Desaparecería la inquietud, la tristeza, la pena, el
dolor... Pulir hasta erradicar la niebla.
Los minutos pasan y ella sigue ahí, mira
el río, contempla la representación del viento en las hojas, en esos molinillos
blancos que revolotean, escucha los pájaros, huele la hierba, el agua que
humedece las orillas. Ahora acaricia su mano posada sobre la otra…
Decido ser ella sin más demora. Me
acerco despacio para no alertarla. Podría no estar dispuesta a la usurpación,
defenderse, huir ante mi amenaza. Ella no se ha pronunciado, no ha dicho no
quiero ser quien soy. Yo soy el invasor y si me descubre tal vez no me permita
devorarla. Su estar es sereno, diría que hasta complaciente. Es como si no
deseara más. Como si pertenecer a este entorno mágico la hiciera muy feliz.
La
envidio. Es posible que ella esté libre de añoranzas, de deseos rotos y hasta ha
traspasado el umbral que yo persigo. Si así es, ser ella me evitará seguir la
búsqueda, con invadirla será suficiente.
El crujido de una rama seca se escucha
bajo mis pisadas. Debo ser cuidadosa. Si duerme mejor no despertarla, así será
más fácil entrar en ella, para hacerme dueña de su ser.
¿Debería
pedirle permiso? Perdona, quiero ser tú porque ya no soporto mi yo. Y si me
pregunta cómo soy, ¿qué responderle? Que he descubierto que sé muy poco de mí,
que me siento extraña, distante, y no me comprendo. ¿Y si le explicara que soy
algo así como una caja vacía? Para luego añadir que tengo un calendario de
preguntas sin respuesta que me hacen saborear el fruto del fracaso. No he
sabido transcurrir por los caminos adecuados, no he sentado nunca las bases de una
identidad que me defina. Mi vida es como una madeja enredada en la que no
encuentro el principio ni el fin. Por eso quiero abandonar la nave.
Si
se compadeciera de mí y se estregara sin resistencia. Pero, ¿por qué habría de
hacerlo? No todo el mundo está dispuesto a renunciar a quien es. Solo los
fracasados renuncian, los cobardes.
A mí me acucia el hambre del alma. Veo
próximo el pozo de la desidia y por eso quiero luchar, para no caer en él.
Confesarle que la única solución que he encontrado hasta ahora es ocupar su yo,
no me dignifica. Debería abrazarme a la humildad y reconocer todas mis
carencias.
De
un tiempo a esta parte mis pensamientos transitan por una misma vereda: la queja.
Se multiplican esas quejas como una letanía. La realidad duele tanto que solo
me apremia el deseo de abandonar mi cuerpo. Por eso quiero ser otra.
Ella
levanta la cabeza. ¡Vamos, actúa rápido! Se quita las gafas, me mira, sonríe…
¡La reconozco, pero… soy yo, ya soy ella! Su voz, cuando me habla, es serena, pausada. “Aún no te
has acostumbrado al cambio, todavía no eres capaz de reconocer que habitas otro
destino, con nuevos Universos. Me pongo las gafas y miro al cielo.
Definitivamente se está bien en este banco, contemplando esta explosión la
naturaleza. Al menos hoy lo he conseguido.
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