Los campos florecen. Hay verde lluvia,
verde fuego,
verde luz, verde sombra, verde selva…, hijos
del agua.
Las margaritas se cimbrean movidas por la
suave brisa,
hay amapolas que
se unen al milagro.
Las abejas buscan el mejor néctar en el Taray
florido
zumban en un
revoloteo caprichoso.
A lo lejos la garza blanca picotea
semillas que roba a la tierra generosa.
Las primeras espigas del joven trigal
prolongan horizonte,
dibujan un mar
de olas que se ondula.
El incipiente fruto del granado se
ofrece rojo carmín.
La flor del citrullus lanatus amarillea
atractiva,
en pocos días la
sandía crecerá al cobijo de sus hojas.
Las hojas del ficus carica, regadas por
el sol,
resplandecen
como espejos, mientras el higo dibuja formas matizadas.
Las palmeras bailan caprichosas,
expanden olores,
anhelan vientos propicios para la
fecundación feliz,
en la que el dulce polen del ramazo volará
certero
hacia la vaina
entreabierta que generosa le espera.
No voy a cerrar los ojos un solo
instante,
no puedo perder el más mínimo gesto del
milagro de la vida,
quiero perpetuarlo en la retina de mi
memoria,
más allá del asombro agradecido.
Manuela Maciá
1 comentario:
Muy bonito, Manuela.
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