El
otro día, un día cualquiera de los muchos que nos regala la vida, hablaba con una
amiga de la alegría, el amor, la
ansiedad, la apatía, el asombro, el cariño, los celos, el abandono, la culpa, el
desamor, los sueños, el dolor, la envidia, el miedo, el olvido… en
resumen, un largo etcétera de sentimientos y emociones de los que hicimos
recuento para atribuirnos algunos. Parecíamos dos confiadas expertas en nuestra
inteligente capacidad de análisis, pero la verdad, y en lo que a mí respecta,
al final llegué al mismo punto de partida de siempre, o casi siempre, es decir
que todo es muy relativo, y depende de la atalaya de donde se mire.
Nos
cuestionamos tantas cosas que nos perdimos en un laberinto de inseguridades, de
dudas… Fue algo así como dar vueltas subidas a una noria en la que si mirábamos
hacia afuera el paisaje cambiaba constantemente, sin saber dónde estábamos ni a
qué atenernos. Y así anduvimos un buen rato hasta que llegamos a la palabra
complicidad. Fui yo quien la sacó a colación, impulsada por un brote de añoranza,
porque me di cuenta de que llevaba tiempo sin usarla, sin vivirla, y menos aún
sin sentir ese intercambio tan deseado y singular que lleva implícito. La
verdad es que siempre he tenido claro su concepto, su significado, sin embargo
hoy, mientras escribía lo ya dicho, me he tomado un pequeño descanso y he
acudido a la RAE, reconozco que me he llevado una gran sorpresa a leer la
definición que hace de esta palabra.
Complicidad:
cualidad de cómplice.
Cómplice:
1
Que manifiesta o siente solidaridad o camaradería. “Un gesto cómplice”.
2
Participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas.
3
Persona que sin ser autora de un delito o una falta coopera a su ejecución con
actos anteriores o simultáneos.
La
segunda y tercera acepción me quedan muy claras, no necesito más explicación,
pero con la primera al leer: “Un gesto
cómplice”, sinceramente me he quedado un poco desconsolada, es tan es
escueto. Porque para mí la palabra complicidad encierra mucho más. Entonces,
impaciente, me he puesto a bucear en los amplios mares de Internet y he
encontrado varias explicaciones que se aproximan más a lo que en un tiempo
pasado sentí y disfruté.
-Ser cómplice de alguien, dentro del contexto
de las relaciones interpersonales, significa estar juntos física y mentalmente, entenderse y
completarse mutuamente.
-Una “mirada cómplice” son como palabras escritas en el aire, en
la que con sólo un cruce de pupilas, cada uno sabe lo que el otro piensa o
quiere sin decir una palabra. Es conocerse en lo profundo, y el código es sólo
de ellos dos…
-La complicidad es parte esencial de una amistad; se trata
de un matiz de la unión entre dos seres vivos que implica un profundo conocimiento
del otro, de sus necesidades, de sus gustos, de sus puntos débiles y de sus
fortalezas…
Confieso que ahora, después de haber leído todo esto y
transcribirlo aquí, me siento algo más satisfecha, quizás porque he ratificado
lo sentido, lo vivido, lo gozado... Así que, impulsada por un entusiasmo
engañoso, he hecho una pequeña excursión por mis alrededores y después de vagar
sin rumbo he regresado cabizbaja, triste, y con una pesada carga de nostalgia.
La realidad se ha mostrado desnuda ante mí y me ha hecho ver que en este
instante la palabra complicidad vive aletargada dentro de mí, inactiva, como
una pieza de museo, escondida en ese baúl repleto de mi mundo de ayer.
Manuela Maciá
1 comentario:
La complicidad,que no precisa de instrumentos añadidos ni siquiera del lenguaje y de la que tan difícilmente disponemos.
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